Dicen los místicos que muy dentro de cada quien, hay una o varias fuerzas que hacen a cada persona ser quien es. Como ese nudo inexplicable se encuentra en una región donde las palabras no explican nada, tenemos que usar una escafandra lingüística para poder hablar de él. El término «alma» es el traje presurizado que nos permite hundirnos en esas misteriosas regiones.
Bart Simpson y muchos de nosotros acreditamos la idea de que tenemos un alma y que ésa es la parte más preciada de nuestro ser porque sobre ella actúan, así como de ella emanan, infinitas fuerzas invisibles como el amor, el honor, la fe, la dignidad, el bien y el mal. Cómo será de importante el ánima que Fausto la vendió a cambio del saber total y el califa Vathek por la promesa de un sótano ahíto de tesoros.
Quien leyó los dos últimos libros de Harry Potter sabe que un horrocrux es un objeto de muy sofisticada y perversa magia oscura. Para que se den una idea de qué estamos hablando, piensen que Tom Riddle dividió su alma en siete partes y las introdujo en siete recipientes de los que sólo él tenía noticia. El objetivo de semejante operación era hacerse inmortal. De ese modo, el diario y el anillo del propio Riddle, la diadema de Ravenclaw, la copa de Hufflepuff, Nagini la serpiente, el anillo de Marvolo Gaunt, el camafeo de Salazar Slytherin y el propio Harry Potter, quedaron convertidos en los siete horrocruxes que contenían un trozo de alma del señor tenebroso.
Según J.K. Rowling, el alma sólo puede dividirse en siete partes y cada partición se produce cada vez que la persona comete un asesinato. Como Riddle mató a tanta gente en el trance de convertirse en lord Voldemort, pudo dividir su alma con relativa rapidez y perpetuar la sed de venganza que era el motor de su existencia. Eso sí: al igual que los asesinos de la vida real, Voldemort se transformó en un ser espantoso que en lugar de andar con los ojos brotados y la boca torcida, asumió las facciones de una serpiente.
En Dormir al sol, de Adolfo Bioy Casares, el doctor Reger Samaniego descubre que la mejor manera de tratar a los enfermos del alma (bello eufemismo para referirse a las personas con problemas mentales) es someterlos a una terapia que consistía en lo que él llamaba una «inmersión en la animalidad». Según ese tratamiento, al paciente se le extraía el alma y se le infiltraba a un perro joven y de cabeza ancha que debía estar en perfecto estado de salud. Ahí el alma de la persona enferma pasaría una temporada hasta que se tranquilizara y pudiera tratarse por medios un poco más ortodoxos.
A partir de esa explicación, es fácil inferir que Reger Samaniego hará unos cuantos desastres y que, a lo largo de la novela, aparecerá más de un cuerpo con un alma que no le corresponde.
Esa misma imagen, aunque con un tono satírico más exagerado, aparece en «El sueño de las calaveras», de Francisco de Quevedo. En ese relato unas almas se ponen sus respectivos cuerpos al revés dado el apuro que reina en el día del juicio final.
En materia de almas, el libro de libros es La divina comedia, de Dante Alighieri. Si algún día tienen la oportunidad de leerlo, verán que el más allá es como un gigantesco centro Sambil repleto de locales donde le darán su merecido a las almas que se portaron mal. También hay un área V.I.P. para las que se portaron bien…
El alma… Todos tenemos una… Al menos eso creemos… Todos menos los que cometen atrocidades. Ésos están vacíos por dentro… El alma se les dividió, se les empequeñeció o se les desapareció porque lo cambiaron por una bolsa de billetes o por un estimulante neuroquímico. Quién sabe.
Este tema es difícil y resulta inevitable enredarse.
Mejor cuídense y cuiden sus almas.
http://robertoecheto.blogspot.com/
Bart Simpson y muchos de nosotros acreditamos la idea de que tenemos un alma y que ésa es la parte más preciada de nuestro ser porque sobre ella actúan, así como de ella emanan, infinitas fuerzas invisibles como el amor, el honor, la fe, la dignidad, el bien y el mal. Cómo será de importante el ánima que Fausto la vendió a cambio del saber total y el califa Vathek por la promesa de un sótano ahíto de tesoros.
Quien leyó los dos últimos libros de Harry Potter sabe que un horrocrux es un objeto de muy sofisticada y perversa magia oscura. Para que se den una idea de qué estamos hablando, piensen que Tom Riddle dividió su alma en siete partes y las introdujo en siete recipientes de los que sólo él tenía noticia. El objetivo de semejante operación era hacerse inmortal. De ese modo, el diario y el anillo del propio Riddle, la diadema de Ravenclaw, la copa de Hufflepuff, Nagini la serpiente, el anillo de Marvolo Gaunt, el camafeo de Salazar Slytherin y el propio Harry Potter, quedaron convertidos en los siete horrocruxes que contenían un trozo de alma del señor tenebroso.
Según J.K. Rowling, el alma sólo puede dividirse en siete partes y cada partición se produce cada vez que la persona comete un asesinato. Como Riddle mató a tanta gente en el trance de convertirse en lord Voldemort, pudo dividir su alma con relativa rapidez y perpetuar la sed de venganza que era el motor de su existencia. Eso sí: al igual que los asesinos de la vida real, Voldemort se transformó en un ser espantoso que en lugar de andar con los ojos brotados y la boca torcida, asumió las facciones de una serpiente.
En Dormir al sol, de Adolfo Bioy Casares, el doctor Reger Samaniego descubre que la mejor manera de tratar a los enfermos del alma (bello eufemismo para referirse a las personas con problemas mentales) es someterlos a una terapia que consistía en lo que él llamaba una «inmersión en la animalidad». Según ese tratamiento, al paciente se le extraía el alma y se le infiltraba a un perro joven y de cabeza ancha que debía estar en perfecto estado de salud. Ahí el alma de la persona enferma pasaría una temporada hasta que se tranquilizara y pudiera tratarse por medios un poco más ortodoxos.
A partir de esa explicación, es fácil inferir que Reger Samaniego hará unos cuantos desastres y que, a lo largo de la novela, aparecerá más de un cuerpo con un alma que no le corresponde.
Esa misma imagen, aunque con un tono satírico más exagerado, aparece en «El sueño de las calaveras», de Francisco de Quevedo. En ese relato unas almas se ponen sus respectivos cuerpos al revés dado el apuro que reina en el día del juicio final.
En materia de almas, el libro de libros es La divina comedia, de Dante Alighieri. Si algún día tienen la oportunidad de leerlo, verán que el más allá es como un gigantesco centro Sambil repleto de locales donde le darán su merecido a las almas que se portaron mal. También hay un área V.I.P. para las que se portaron bien…
El alma… Todos tenemos una… Al menos eso creemos… Todos menos los que cometen atrocidades. Ésos están vacíos por dentro… El alma se les dividió, se les empequeñeció o se les desapareció porque lo cambiaron por una bolsa de billetes o por un estimulante neuroquímico. Quién sabe.
Este tema es difícil y resulta inevitable enredarse.
Mejor cuídense y cuiden sus almas.
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